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Cuando Cristo vino a mi corazón, mi vida entera cambió’, comenzaba un coro que cantábamos hace muuuchos años. Y qué verdad tan simple, pero tan profunda y trascendental. Jesucristo vino para cambiar la maldición en bendición, a dar vida, porque estábamos muertos en nuestros pecados, a darnos esperanza a través de Su vida derramada por nosotras. Ahora estamos cerca, somos hijas de Dios. Pablo dijo en 2 Corintios 5:17 “…el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!”.
Hoy quiero que nos enfoquemos en el papel tan importante que desempeñamos como mujeres, las huellas que dejamos y la herencia que le queda a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos.
Jesús vino para romper la herencia de maldición y muerte que recibimos por el pecado de Adán y Eva, y de nosotras depende la herencia que dejaremos. En Jesús tenemos la oportunidad de recibir sanidad al corazón quebrantado, sanidad y liberación del rechazo, del abandono y toda herida que tengamos. En Jesús, la vida antigua pasa, somos libres del dolor, la amargura, de los deseos de revancha y odio; y en vez de dejar cicatrices en los que nos rodean, dejamos huellas de amor, compasión, fe, vida y bendición.
En este año, queremos estudiar en Proverbios 31:10-29 sobre el legado que puede dejar una mujer que teme al Señor. Sabemos la influencia que tenemos para marcar la vida de los demás, por eso queremos hacerlo de manera positiva.
Te invito a tomar la decisión de crear y dejar un legado que trasciende nuestra existencia en esta tierra, un legado espiritual de bendición, una herencia incorruptible. Te invito a unirte a la decisión de marcar la diferencia en la vida de los que nos rodean.
Quiero advertirte que habrá momentos difíciles, en los cuales el desánimo quiera vencerte. Tendrás la tentación de caer, de pensar que no estás logrando nada. Momentos en que la maldad de la gente, la falta de aprecio y agradecimiento van a querer hacerte desistir. Es en esas instancias cuando deberás buscar más a Dios para que te renueve las fuerzas espirituales y emocionales y para que te ayude a afirmarte en la decisión de que, sin importar lo que suceda, estás decidida a ser una mujer virtuosa.
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