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¿Te diste cuenta del valor que tiene tu cónyuge y el amor que los une? Te animo a que lo definas con tus palabras.
Pensemos en el matrimonio leyendo la parábola de los talentos que encontramos en Mateo 25:14-30. En este relato, cada siervo recibió algo valioso y la responsabilidad era individual, cada uno debía trabajar para que crezca, mejore y aumente su valor.
De la misma manera, podemos mirar la bendición del matrimonio, porque al unirnos en pacto con nuestro cónyuge, iniciamos una nueva historia y una nueva familia, y a partir de nosotros vendrán hijos y nietos, generación tras generación. Es por esto que debemos trabajar para que el valor de la relación crezca día a día. Es verdad que todo a nuestro alrededor atenta en contra del plan de Dios, pero preguntémonos cuáles fueron las claves del éxito de los siervos de esta parábola. Cuando el Señor analizó el obrar de ellos destacó, al menos, dos características: “Buen siervo y fiel”. Dentro del matrimonio podemos incorporar estas cualidades con el objetivo de que la relación crezca y mejore día tras día y aumente su valor, y los hijos que, eventualmente vendrán, puedan disfrutarla.
Fiel: La fidelidad ha sufrido mucho desgaste y se la ha dejado en un segundo o tercer plano. Pero la valentía de ser fieles a Dios, en primer lugar, y por consecuencia, a nuestro cónyuge, nos libra de mucho sufrimiento y nos hace fuertes ante cualquier tormenta.
Fieles a los votos que nos pronunciamos y al pacto en el que estamos, nos mantiene bajo la cobertura del Señor.
La próxima generación (tus hijos) necesita modelos reales de familias en el plan de Dios. Por tanto, nos queda ese gran desafío a nosotros: marcar un rumbo con los ojos puestos en Jesús, el autor y consumador de la fe, siendo buenos y fieles.
Bendigo hoy tu matrimonio en el nombre de Jesús, amén.
Buen siervo: Estos empleados tomaron muy en serio su responsabilidad, no obraron como dueños de los talentos, sino como administradores de los valores de su señor. El matrimonio no es para enseñorearse, sino para servir y cuidar del otro cuyo Dueño es Jesús.
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