
Reunirse en la mesa es el mejor plan que se puede hacer cada día en familia. Aunque cueste conciliar los horarios es importante buscar un tiempo al acabar la jornada para conversar de lo que cada uno ha hecho durante el día. En ella se comparte el alimento y se comunica la alegría de encontrarse con las personas queridas.
Actualmente, el ritmo de vida, las largas jornadas laborales, las actividades después del colegio se interponen a menudo en estos ratos familiares. Hay menos tiempo para cocinar y se recurre más la comida preparada con ingredientes que favorecen el sobrepeso. Los medios de comunicación y las tecnologías han ingresado en el hogar y a veces llevan a los adolescentes a preferir comer frente al televisor, el teléfono o la computadora. Todos estos factores hacen que coincidir en la mesa se haga dificultoso y que poco a poco se pierda esta costumbre. Por ello es importante redescubrir y rescatar de la vorágine diaria, el valor de la comida familiar.
“En las comidas se aprende a mantener una conversación, a escuchar y a contar; a estar atentos a las necesidades de los demás, a ser generosos…”.
Sus beneficios
“¡Vamos, vengan a la mesa que se enfría la comida!”, exclama suplicante la madre. Pero no sólo comer el plato caliente es el motivo de acercarse a la mesa. Hay mucho más en este encuentro:
Alentar el diálogo. La familia es fuente de afecto, sostén y sentimiento de pertenencia. La mesa familiar funciona además como prevención de adicciones y trastornos alimentarios, porque se sabe que los niños que hablan fluidamente con sus padres crean una conexión más estrecha con ellos y sortean mejor los retos propios de la adolescencia.
Transmisión de virtudes. Desde la infancia los chicos aprender con el ejemplo de sus padres y así adquieren hábitos. Aprenden a mantener una conversación, a escuchar y a contar; a estar atentos a las necesidades de los demás, levantar el ánimo con una anécdota divertida, ser generosos también con la comida dejando a otro la mejor porción. Incluso es una ocasión de ayudar en la preparación de la comida, a la hora de quitar la mesa o lavar los platos, aprender a servir a los demás.
Rendimiento escolar. Entre otros beneficios, diversos estudios sobre el tema coinciden en que los chicos mejoran el vocabulario y el rendimiento en la escuela. A través de las historias de los padres o los abuelos comparten con los chicos mientras comen, se les ayuda a construir su vocabulario y se estima que estos niños aprenden a leer más rápido y mejor.
Dieta equilibrada. Un informe reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico advierte que en 1980 la obesidad afectaba al 10% de las personas, hoy en cambio llega al 16% de la población mundial.
Comer con la familia es aprender a alimentarse. Contribuye a mejorar la calidad de la dieta y a generar hábitos sanos de alimentación. Cuando se come en familia, se digieren mejor los alimentos, se ingieren menos grasas e hidratos, se consumen más frutas y verduras y se recurre menos a las comidas preparadas o Fast foods, con lo cual disminuye el riesgo de cualquier tipo de desorden de alimentación. En la mesa es donde los chicos aprenden a comer y a probar diferentes tipos de alimentos.
Cómo favorecer el encuentro
Son muchos los factores que dificultan el encuentro familiar en la mesa pero hay varias actividades vinculadas que ayudan a esta práctica: desde comprar los alimentos, preparar la comida, hasta finalmente sentarse a la mesa.
Una manera práctica de incentivar las reuniones en la mesa y las comidas hechas en casa es concurrir con alguno de los chicos al supermercado y elegir con ellos los productos para una receta en particular. Comprar frutas y verduras que les gusten para compartirlas en la mesa. Una vez en casa, animarles a que ayuden a cocinar porque los chicos que participan en la preparación de las comidas, prueban más los alimentos que aquellos a los que simplemente se les sirve lo que van a comer. Enseñar a los niños a cocinar y a comer puede ayudarles a mejorar sus hábitos alimentarios, lo cual requiere esfuerzo.
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Mini test:
¿Y por casa cómo andamos?
Cinco preguntas para que padres y chicos vean si van por buen camino. ¡Ánimo y adelante! Siempre es un buen día para empezar.
1 ¿Procuro comer en familia al menos una vez a la semana?
2 ¿Intento que la cena sea siempre a la misma hora?
3 Durante la comida ¿está encendida la TV? ¿Se habla por teléfono o celular?
4 ¿Me quedo en la mesa hasta que todos terminan de comer?
5 ¿Colaboro yendo al supermercado, preparando la comida u ocupándome de la mesa?